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Sunday, June 11, 2006

Reflexiones de una Mente Retorcida

La frustración ante la incapacidad de hacerse de una pareja es muy común en la sociedad contemporánea, es impresionate la cantidad de barrabasadas que uno(a) puede hacer con tal de atraer la atención del ser amado; ¿todo para qué? para que al final nos veamos caminando por la calle igual de solos que cuando empezamos.

Ante tal panorama, uno se dirige con las únicas y más indicadas personas que lo pueden aconsejar y sacar del profundo mar de impotencia, ira y angustia en el que se está hundido: los padres...ehhh...no, creo que no. El problema con los padres es que tienden a darnos la versión light y la respuesta de una experiencia amorosa que data de otra era geológica (sin ánimos de ofender), cierto es que algunos patrones se mantienen fijos, sin embargo, la sociedad ha cambiado de tal forma que dichas prácticas se han convertido en objeto de burla o desprecio por los enamorados de la vida diaria.

En fin, regresando al punto, uno va con los amigos y les expone la situación en la que se encuentra. Es aquí donde se desata el verdadero meollo de esta entrada, el mejor amigo(a) de uno escuchará atenta y pasivamente a la anécdota trágica de uno, misma que, a los ojos del involucrado, es causa suficiente para detener la rotación del mundo.

Una vez expuesto el caso ante el juicio y razonamiento del amigo y después de las muecas de asentimiento y las palmadas en la espalda que buscan reanimar a la víctima, se avecina aquella frase que todos hemos oído: "No te preocupes, hay alguien allá afuera especialmente para ti..."

Esta sencilla frase, tan sonada y conocida por la humanidad, entraña una posibilidad por demás ominosa. Observemos.

Si bien es cierto esto, si en efecto hay una (y sólo una) persona destinada a estar con nosotoros y compartir este sendero llamado vida; ¿no sería algo desastroso y fatídico que aquel ser humano que fue creado como nuestra mitad complementaria, nuestra otra mitad, aquello que buscamos con tanto afán y esperamos encontrar, muriera inesperadamente antes de que lo encontraramos, ó bien, no naciera en el tiempo en el que nosotros vivimos?

Yo pregunto, ¡¿qué diablos hace uno ante esas posibilidades?! Sé que es una reflexión un tanto fuera de lo común (refiéranse al título) pero, díganme, ¿cuál sería el destino de una persona que padeciera alguno de estos pequeños "giros inesperados" del famoso destino?

En mi humilde pronóstico, me parece un escenario un tanto desolador. Imaginémoslo, pasear por la vida eternamente sólo, bueno, no eternamente, pero entienden a lo que me refiero. Un tanto escabroso y maquiavélico, ¿no?

Se dice por ahí que el guerrero astuto no ataca el cuerpo o la mente del enemigo, sino el corazón. En dado caso, he de decir que el destino tiene una fuerza y astucia incomparables al más artero de los oponentes. Con un sólo chasquido, este etéreo oponente podría sentenciarnos a caminar por la vida buscando algo que jamás podremos tener. ¿Existe una condena peor?

Tal vez aquí se denote la naturaleza romántica del escritor pero, el sólo pensarlo, es una aberración a los oídos de un servidor; la soledad es buena y deseable en dosis adecuadas, el hacerla perenne, sería negar el descubrimiento de la maravilla que es la experiencia del otro y de uno mismo a través de sus ojos.

Por favor no me pregunten por qué he escrito esto, sólo creí que debía decirlo...