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Thursday, August 09, 2007

Porno Vendetta

Hace ya unos cuantos meses estaba paseando por Tepito con uno de mis mejores amigos. Mientras deambulábamos entre pasillos atiborrados de celulares y relojes robados, ropa fina no tan fina, el último éxito en taquilla grabado directo desde su sala cinematográfica favorita y un muuuy buen puesto de cine de arte, inevitablemente nos topamos con diversos locales atiborrados de pieles desnudas y en posiciones comprometedoras, al igual que con títulos que van de lo provocador a lo francamente repulsivo y morboso (sin ánimos de ofender a cualquier fetichista geronto, copro, zoo, o lo que sea su fília de preferencia).

En mi muy humilde punto de vista, la pornografía es algo totalmente natural. Es el erotismo llevado a la pantalla, de cualquier índole que pudiera surgir en la mente humana que, al fin y al cabo, es la que determina qué es excitante y qué no.

En fin, asaltados por las paredes enteras de películas de este tipo -muchas con clasificación pendiente-, uno no puede evitar toparse con las bellezas de la industria pornográfica profesional; nombres que muchos conocemos pero pocos nos atrevemos a reconocer ante la presión social. Fue entonces, mientras ejercíamos el derecho milenario del voyeurista, que mi compinche me comentó una teoría catártica -o al menos yo lo veo así- aunque poco ortodoxa.

-Creo que ya sé por qué me gusta ver porno.
-¿Ah, sí?, ¿por qué?
-Es que mira, ve a las viejas que salen en estas movies.
-Ajá
-Son mujeres francamente irreales, parecidas a esas que luego vemos cuando andamos en una plaza o el cine o la playa o sepa la chingada en donde que hay viejas buenas o lo que le sigue.
-Cierto lo es.
-Y aquí tienes un vehículo para ver a ese tipo de mujeres totalmente sometidas y deseosas, o sea, rendidas ante un pendejo cuyo rostro nos vale madres o no se ve; y que muchas veces el cuadro estaría mejor compuesto sin él ahí.
-Es un buen punto.

El caso está en que esta venganza o justa retribución, ante un mundo en el que el canon de belleza y atracción entre dos personas está sujeto a variables de lo más estúpido que puede haber, bien puede ser la catarsis que las personas necesitan para obtener un cierto control y placer sobre una esfera cada vez más vacua y sin sentido.

Este tipo de cine -sí, cine, arte, aparato ideológico, reflejo de la realidad o como sea que lo quieran definir- tiene esta capacidad de cumplir las fantasías más abyectas, románticas, hedonistas, entre otras. El deseo voyeurista inherente al ser humano, el deseo sexual, la obtención de un objeto (no literal) del deseo son sólo algunos ejemplos.

En el caso de mi amigo es esa retribución lo que le da a la pornografía ese encanto tan particular, la visión de una mujer excepcionalmente bella totalmente desenfrenada y rendida a su deseo carnal; una ninfómana de atributos venusinos, para resumir. Lo que muchas mujeres (sin contar sus parejas) quisieran hacer pero no se atreven por temor a juicio o crítica. No estoy diciendo que todos (as) debieran ser así, sólo que existen los reprimidos (as).

Si bien todos leyeramos a Sade o a Bataille y los entendiéramos como lo que son -un ejercicio literario enraizado en la naturaleza humana- tal vez la pornografía existiría, pero no es su versión postmoderna. Tal vez se convertiría en una forma de expresión artística, como el desnudo artístico sólo que diferente. Quizá esta venganza no sería necesaria; hay que aflojar las cadenas y el cuerpo...la mente...

"La gente honesta tiene los ojos castrados..."
-Georges Bataille, Historia del Ojo